Patrimonio inmaterial de Eulz, Navarra.Ritos funerarios (i)
En las sucesivas obras que han afectado al entorno de la iglesia de san Sebastián, ha sido frecuente la aparición de las típicas sepulturas de losas pétreas. Esta forma de enterramiento fue la habitual durante la Edad Media y algunas de estas tumbas fueron señalizadas con una estela discoidea. Aunque todo el entorno de la iglesia fue usado como espacio cementerial y todo el perímetro gozaba de igual sacralidad, la zona próxima a la puerta era el espacio de más honor. Este tipo de sepulturas siempre aparecen orientadas en dirección este-oeste, con los inhumados mirando hacia el oriente.
A finales de la Edad Media y tras ofrecer diversos donativos, las familias nobles obtienen el privilegio de enterrarse dentro de las iglesias. Rápidamente se generaliza esta costumbre y las diferencias sociales también se plasman en el interior del templo, ocupando la gente corriente las sepulturas o fuesas más atrasadas. Las zonas adelantadas y las capillas laterales eran destinadas a la gente más pudiente. Aquí conviene matizar, que las diferencias sociales y las económicas no siempre van de la mano. En Eulz resulta evidente que todos los vecinos pertenecieron al mismo estamento social, sin títulos de nobleza y, sin embargo, las diferencias económicas entre las diferentes casas resultaban notorias.
Ya hemos visto en un capítulo anterior, como el habitual cambio de enterramiento de finales de la edad Media se produjo, en Eulz, de forma diferente. Aquí, este paso se configuró con distinto resultado, ya que el patronato de la parroquia pertenecía al conde de Lerín. Ese linaje no permitió que los vecinos pasaran a enterrarse en el interior de la nave y por ello se creó el cajonado del pórtico que todavía vemos actualmente. Estas nuevas tumbas son familiares, a diferencia de las medievales que eran individuales y por ello ocuparon, de forma amplia, todo el perímetro de la parroquia.
Del mismo impulso constructivo me parece la pequeña puerta tapiada que se ve en el exterior de la fachada norte. Parece ser del S.XVI y creada para acceder, supuestamente, a un pequeño cuarto que, con probabilidad, sirvió de osario. La diferencia de nivel con el suelo de la nave así lo indica y es factible que en el suelo de la iglesia hubiera una tapa de piedra para poder depositar en ese espacio los huesos, ya anónimos, procedentes de la inevitable saturación de las tumbas exteriores del atrio.
Con este cambio de enterramiento de finales de la Edad Media e inicios de la Moderna, también llegó la costumbre de colocar estelas en descampado, en el lugar en que se había producido una muerte súbita o violenta. Las primeras piedras con esta función señalizadora tuvieron forma redondeada y después se fueron generalizando otros formatos, al gusto de los tiempos. En Eulz se recuerda una estela tabular en el cruce del Camino a Estella, con el que se dirige hacia la Huerta del Pueblo o Salbarren.También recuerdan otra estela similar en el camino de la ermita, en la zona de Guzaberria. Ambas desaparecidas en la actualidad. Finalmente, en el casco urbano de Galdeano está la estela que mostramos en la foto. Esta piedra se colocó por un muchacho de Eulz, cuya muerte se produjo en una pelea a navaja, tras un desafío con otro joven de esa localidad vecina, según se cuenta.
Estas muertes violentas se producían sin haber recibido los últimos auxilios y la finalidad de estos hitos no era recordar al finado, tal como se hace en la actualidad, sino recabar una cadena de oraciones por el alma de la persona muerta y lograr su redención. Por ello era frecuente en diferentes rezos implorar protección ante “las muertes repentinas”, algo que nuestros mayores acostumbraban a hacer. Salvo las que están en el casco urbano, estas estelas aparecen situadas en el costado de los diferentes caminos ya que no se colocaban en el lugar exacto del óbito, sino en el camino más próximo al fallecimiento y, por lo tanto, donde más sufragios podía recibir el alma del fallecid@.
25-Ritos funerarios ii
En la primera mitad del siglo XIX se da un nuevo e importante cambio en las prácticas de enterramiento. Esta variación está motivada, principalmente, por la fuerte epidemia de cólera que se da en los años 30 de ese siglo. Ante el progresivo número de muertes y la saturación de los espacios de enterramiento, se crearon nuevas superficies de inhumación, construyéndose en ese momento la mayoría de los actuales camposantos de Tierra Estella. En realidad ya había varios mandatos anteriores en este sentido y la epidemia de cólera fue la gota que colmó el vaso. Así pues, en 1786, Carlos III ya ordenaba que se suprimieran los enterramientos en el subsuelo de las parroquias y daba ciertas orientaciones sobre los nuevos emplazamientos: “…fuera de la poblaciones, en sitios ventilados e inmediatos a las parroquias y distantes de las casas de los vecinos…” Aunque, durante la Edad Moderna, los vecinos de Eulz se enterraron en el pórtico o atrio, como ya hemos comentado, la saturación de esas fuesas fue similar a la que presentaban los pueblos con las tumbas en el interior de la nave
La antigua fecha de construcción del actual camposanto, que nos remitía a la década de 1830, estaba grabada en el cabezal o dintel de la vieja puerta. Esta fue derribada, junto a la pared norte, al materializarse la ampliación del cementerio realizada a finales de los años 90. Este moderno incremento del espacio mortuorio conllevó la creación de las actuales parcelas familiares, en contraposición con el sistema anterior, que era individual y de carácter rotatorio. Como vemos, la naturaleza individual o familiar de las tumbas se van alternando a lo largo de la historia. Incluso la reciente y potente aparición de la incineración, tiene su equivalente en la Edad del Hierro. En esa época se puede datar la necrópolis de incineración que apareció en una finca del Alto de Ilurbea, durante las labores para plantar olivos que realizó M.A. Larrión. Volviendo al actual cementerio, don Luis, el párroco, eligió como hito marcador de las sepulturas el mismo modelo circular que había señalizado las viejas tumbas medievales excavadas en el entorno de la parroquia de san Sebastián.
Hasta la segunda mitad del siglo XX, el cementerio de Eulz, al igual que otros de la comarca, se encontraba poco cuidado ya que las honras fúnebres se realizaban en el interior de la iglesia. Es decir, a pesar de que se había creado un nuevo lugar de enterramiento las ceremonias al difunto se mantuvieron en la parroquia. Es en la segunda mitad del S. XX cuando el camposanto adquiere la actual categoría de espacio ritual que, actualmente, tiene su punto álgido el día de Todos los Santos.
Finalmente, en el cementerio de Eulz quedaba evidente que todos los vecinos eran iguales ante la muerte. A diferencia de otros lugares, aquí no había mausoleos ni capillas reveladoras del poder adquisitivo de los propietarios. Ni tan siquiera se construyó el habitual Limbo, con su puerta exterior, destinado a acoger a los muertos sin bautizar, ateos y a la gente enferma que se quitaba la vida. A la derecha de la puerta se enterraban las criaturas que nacían muertas y, por lo tanto, sin bautismo: en terreno sagrado.
26-Ritos funerarios(III)
La muerte de un vecino se anunciaba a toque de campana. Aunque no recuerdan que hubiera toque de agonía, sin duda que lo hubo al igual que en la comarca. Al tocar a muerto se diferenciaba el sexo de la persona fallecida: tres toques seguidos anunciaban que había muerto un hombre y se tocaban dos veces para anunciar que era mujer la persona fallecida. Para notificar al vecindario las numerosas defunciones infantiles se utilizaba el campanillo, que aún se conserva en el campanario, con un toque continuado
Originariamente, a los funerales únicamente acudían los más allegados o “convidados”. A lo largo del S.XX, se fue generalizando la costumbre de acompañar, durante su funeral, a cualquier difunto del pueblo. Igualmente, la pertenencia a diferentes Cofradías suponía una solidaridad ante la muerte con la obligación de los cofrades de acudir al sepelio de los compañeros. En Eulz recuerdan, como propias del pueblo, las cofradías del santo Rosario y la del santo Cristo. También había vecinos que pertenecían a cofradías foranas ubicadas en basílicas de amplia devoción comarcal, tal que Codés o san Bartolomé de Abaigar. En el caso de esta segunda cofradía, recuerdan traer prestadas desde esa ermita, y a lomos de caballería, grandes hachas de cera para dar distinción, mientras ardían, a las exequias de algún vecino de Eulz, cofrade de san Bartolomé. Finalmente, señalar que había funerales de 1ª, de 2ª y de 3ª, dependiendo esta variación del número de oficiantes y de misas oficiadas.Antes de ahondar en el aspecto ceremonial conviene mostrar la antigua distribución de la feligresía en el espacio de la iglesia de Eulz que coincide, en gran parte, con la actual. De cara al altar mayor, en el lado derecho o lado de la epístola se ubicaban las mujeres y en el lado opuesto o lado del evangelio lo hacían los hombres. En los bancos más próximos al altar se colocaban chicos y chicas, cada sexo en su zona. Los más pequeños se colocaban próximos al presbiterio y algo más retrasados, entre los pequeños y los adultos, lo hacían los adolescentes. Al coro solo subían los mozos y hombres cantores. Adosados a la pared del lado del evangelio y también en las dos capillas había unos antiguos escaños de roble que eran usados por la gente de más edad. Igualmente recuerdan, que en el escaño corrido del lado del evangelio, se colocaba la juventud que iba a recibir la confirmación de manos del obispo. En el lado de la epístola, entre la aguabenditera y la capilla había varios espacios destinados a los rituales de luto que se celebraban durante un año después de un fallecimiento. En este emplazamiento destinado a las honras fúnebres siempre era una mujer quien representaba a la casa familiar del difunto. En caso de no haber una mujer en la casa, lo hacía una familiar o allegada.
27-Ritos funerarios(IV)
Dada la distribución de la feligresía en el espacio de la iglesia y su vinculación con el ritual de difuntos, resulta curioso observar como en Eulz la ubicación para el ceremonial de la muerte era sorprendentemente igualitaria. Eso sí, los diferentes ajuares del luto reflejaban sus diferencias económicas. En la primera mitad del S.XX y en los pequeños pueblos del norte de Tierra Estella, lo acostumbrado era que la dueña de la casa asistiera a los oficios religiosos desde su reclinatorio y en el espacio privado que representaba la antigua tumba familiar. Lo habitual era que las familias más pobres, o de reciente creación, ocuparan los lugares más atrasados de la nave, mientras que las más pudientes o vetustas se distribuyeran por las cercanías del ábside y las capillas laterales. Como en Eulz no hubo enterramientos dentro de la iglesia, las mujeres seguían los oficios religiosos desde los bancos de la derecha, a excepción de las que representaban a la casa en el año de luto.
Así pues, como hemos comentado anteriormente, el espacio ritual para las honras a los difuntos quedó relegado al trozo de pared del lado de la epístola, el que va desde la aguabenditera hasta la capilla. Cuando moría alguien, ahí se colocaba la señora de la casa, en su reclinatorio, durante el año que duraba el luto. Se colocaba junto a la aguabenditera, adelantando su posición si fallecía otra persona durante ese año, algo habitual en aquellos tiempos; por lo tanto, era común la presencia de varios reclinatorios en ese espacio. Permanecían en esa ubicación hasta celebrar el cabodeaño o primer aniversario del fallecimiento. Así pues, una vez terminado el ciclo volvían a los bancos de las mujeres. Además, recuerdan que algunos reclinatorios pertenecían a la parroquia y tras su uso se volvían a dejar en sus dependencias.
Durante un año, la representante de la casa acudía al reclinatorio cada vez que se celebraba misa y mantenía encendido un candelero de madera que recibía el nombre de añal. El poder adquisitivo de la familia quedaba reflejado en el número de velas y hachas que se disponían en el pequeño estante de madera o añal. También había casas que tan solo ponían una canastilla con un rollo de cera o una palmatoria. (En la foto vemos la parte superior de un candelero, hachero o añal que, como era habitual, tenía forma de estante con cuatro patas. Perteneció a la parroquia de Eulz y fue corriente su uso en los funerales de diferentes vecinos. Se aprecia su tamaño y los huecos para las velas y hachas. Fue uno de los objetos desechados y tirados a la escombrera, al hacer la reforma de la casa parroquial a principios de este siglo)
Además de las luces encendidas en recuerdo de los difuntos, durante los oficios religiosos del año también fue algo común en los pueblos de la zona, la ofrenda de un pequeño pan. En Eulz es probable que también fuera así, pero tan solo he recogido el testimonio relativo a los panes ofrendados el día 2 de noviembre o día de Ánimas. Tras los oficios de la tarde, el cura repartía esos panes troceados entre la chavalería de la escuela que acudía en pleno. Igualmente les repartía algunas ochenas de lo recaudado en la iglesia, con los numerosos responsos rezados por los difuntos de cada casa.
En la segunda mitad del S.XX, la iglesia fue trasladando los rituales de difuntos desde el día de Ánimas al día de Todos los Santos. La vieja visión cristiana del difunto en las penas del purgatorio que era continuamente ayudado con limosnas y oraciones fue siendo sustituida por otra imagen más amable en la que la gente que ha llevado una vida sencilla en su trabajo y en su familia deben ser considerados como “santos anónimos”. Algo que la gente ya intuía cuando jocosamente recitaba la conocida cantinela: “Si en el sexto no hay perdón y en el noveno no hay rebaja, ya puede Dios Nuestro Señor llenar el Cielo de paja”. De igual manera, la ritualidad y sus espacios han cambiado extraordinariamente pasando, en gran parte, de la iglesia al camposanto.
Finalmente, comentar que en las primeras décadas del S.XX, en el espacio situado entre el muro norte de la iglesia y la casa de M. A. Etxarte hubo un nogal conocido por los vecinos como el Nogal de las Ánimas. La interpretación del nombre resulta oscura y, puestos a conjeturar, bien pudiera estar relacionada con su proximidad a la puerta del supuesto osario que hemos comentado en capítulos anteriores, o con el destino del dinero producido por la venta de las nueces.