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A la entrada de la localidad de Ochovi, en Iruñerria o Cuenca de Pamplona, se aprecia majestuoso el palacio que jerarquizó a los habitantes del lugar. Los pueblos comarcanos se mofan de los vecinos, afirmando que antiguamente tenían la obligación de apalear las aguas de un estanque para que las ranas no perturbaran el sueño de su señor (Iribarren, 1982)

Esto mismo se dice de los habitantes de la villa de Oñati, que hasta el S. XIX, estuvo supeditada a los condes de Oñati y, por lo tanto, sus habitantes no tenían derecho a participar en las Juntas Generales de Gipuzkoa. Por ello, a los vecinos se les llama txantxikuak (ranas) y se comentaba jocosamente que debían apalear las aguas del estanque, sito junto a la Torre de Zumeltzegi, mientras recitaban:” Ixilik ao, ixilik ao / Kondia siestia lo eiten dao”, (Callad, que el Conde está echando la siesta)

Con un carácter más histórico se suele presentar esta misma servidumbre en la localidad alavesa de Villanañe. Se dice que los vecinos, tenían la obligación de acudir toda las noches, desde el 1 de mayo al 31 de julio, al foso del palacio de los Varona, para silenciar las ranas. Lo realizaban por parejas, con palos de 5 varas de largo mientras recitaban: “Para que las ranas no despierten al señor”. Pese al empaque histórico que se le da, es probable que el tema sea legendario y originado por el imaginario de los pueblos de la zona, que llaman burlonamente callarranas, a los vecinos de Villanañe.

En Francia se conocía esta servidumbre como battre l´etang y también era considerada como el estereotipo de las humillantes prerrogativas feudales. Así pues, en plena Revolución francesa, el 4-VIII-1.789 se decretó el fin de los derechos señoriales y, en el apasionado debate de la Asamblea Constituyente, salió a relucir la obligación de apalear los estanques como máxima representación del autoritarismo imperante en el Antiguo Régimen.

Parece evidente, que el silenciar las ranas se convirtió en el estereotipo de la sumisión a un señor. Al margen de que hubiera lugares en los que esta obligación se aplicó literalmente, lo cierto es que su presencia en el imaginario popular tuvo mucha fuerza en Europa. Al igual que las actuales “leyendas urbanas”, que todo el mundo da por cierto y nadie se preocupa de contrastar, silenciar ranas fue el sinónimo de dependencia feudal y se aplicaba allí donde había un señor. Si en el pueblo había un castillo vetusto, seguro que los vecinos tuvieron que salir con palos a batir la balsa o el foso y proteger la siesta del dueño. Como los tiempos y valores van cambiando, actualmente sería el derecho de pernada, el cliché que utilizaríamos como ejemplo máximo de la antigua sumisión a un señor feudal.

Así pues, en el caso de Eulz, fue la presencia del palacio del conde de Lerín, más que la existencia de la balsa, quién motivó el sobrenombre. Lógicamente la cercanía entre ambos elementos, fue tierra fértil para orientar la intencionalidad de los pueblos vecinos a la hora de formar el apodo de Eulz. Además, elsobrenombre de chita-ranas, merece algún comentario. La primera parte de esta palabra compuesta, nos lleva a relacionarla con voces que significan silencio, como chitón o chist. También con las diversas onomatopeyas que mandan callar, o con expresiones como, a la chita callando. Es decir, esta palabra presenta un carácter más arcaico y, en cuanto a su significado, probablemente estamos ante un sinónimo de callarranas.

Estereotipos al margen, lo que la documentación muestra, es que los vecinos de Eulz no dudaron en pleitear cada vez que consideraron vulnerados los derechos que les pertenecían y que, salvo ocasiones puntuales, en el palacio no residió más que algún administrador. Por lo tanto, los sobrenombres de ranas y chitarranas, nos fueron impuestos por nuestros vecinos, para recordarnos mordazmente nuestra antigua dependencia del linaje de los Beaumont-Alba. Lógicamente, al desaparecer el palacio, la balsa se ha apropiado, del origen del pseudogentilicio de Eulz y todos relacionan el apodo con la presencia de ranas en la balsa. A la vez, va desapareciendo el apodo más antiguo, el de chitarranas. Este último apelativo, nos ha resultado clave para ordenar la madeja que supone la interpretación del sobrenombre de Eulz.

BIBLIOGRAFÍA

IRIBARREN, J.M.

1982. Temas de mi Tierra.

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https://cvc.cervantes.es/el_rinconete/anteriores/noviembre_16/25112016_01.htm
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