Nevera de Eulz

LA NEVERA DE EULZ


Aunque estas enigmáticas ruinas ya eran conocidas por diversos vecinos, tan solo
llamaron la atención de Donato. La primera vez que pasó por ahí, vio que aquello no se
ajustaba a las construcciones tradicionales para el aprovechamiento del monte.
Efectivamente, ahí no encajaban estas paredes, pero sí lo hacen, y además como un
guante, con las neveras que aún se conservan por la geografía Navarra.

LOS RESTOS.
Con un somero vistazo de estos vestigios podemos apreciar diferentes elementos
constructivos, de los que ofrecemos su coherente lectura.
Primeramente, tenemos una nevera de forma ovoidea y dos metros y medio para su
diámetro menor. Este tamaño indica que se construyó exclusivamente para el
abastecimiento de Eulz. Además, al no aparecer en el Archivo de Protocolos Notariales,
nos obliga a pensar que el aprovechamiento no se subastó. Al contrario, seguramente
se disfrutó en auzolan, ratificando así ese empleo privativo de los vecinos.
Como es habitual en las neveras, se levantó en una zona alta y sombría, cerca del Alto
Pequeño. Al estar en una pendiente pronunciada, obligó a que delante de la nevera se
aterrazara un espacio de poco más de un metro de anchura. Para ello se picó la roca
que aflora en ese lugar y se complementó con pared. Así habilitaron un espacio
cómodo que sirvió para la construcción de la nevera y, una vez puesta en uso, facilitar
el empozado, además de la extracción y transporte del hielo a lomos de caballería.
Lógicamente, la pared mejor conservada es la que está contra el terreno, mientras la
que da hacia la zona abierta apenas conserva vestigios. En ese tramo de pared, y al
igual que en otras neveras, se aprecia un único hueco perfectamente cajeado de 30
centímetros de lado. Esta especie de ventanuco, probablemente, sirvió para poner un
candil, ya que la recogida del hielo se procuraba hacer de noche.
En un costado de este pozo de hielo, todavía se aprecia la pequeña rampa de acceso a
la puerta, situada en la parte alta: por ahí se echaba la nieve formando estratos
apisonados y separados con capas vegetales; posteriormente, de esa puerta se extraía
el hielo. Encima del cabezal o dintel, comenzaría la cúpula por aproximación de hiladas
(falsa cúpula) de factura similar a las que todavía se ven en la zona estellesa de
Belastegi. Esta cúpula creaba una cámara de aire frío que hacía de aislante.
Para terminar con los restos, conviene destacar cuatro cosas. El primer asunto
destacable radica en que la piedra no es del lugar, ya que la obra se hizo con lajas de
caliza tableteada llevadas hasta allí. Así hicieron un edificio más sólido que con el
irregular conglomerado que ahí aflora. En segundo lugar, resulta determinante que se
aprecien restos de enlucido de yeso en la pared. Esto nos proporciona una fecha
reciente para su construcción: sin duda a finales del XVIII o, mejor aún, a principios del
XIX. Finalmente, una limpieza del pozo nos mostraría su profundidad; así se podrá ver
cuanto excavaron en la roca para realizar una parte subterránea, como ocurría con la
mayor parte de las neveras. Además, igualmente comprobaríamos si tuvo desagüe de

fondo o si ese terreno filtra el agua de forma natural y no lo precisa, como en las zonas
calizas. Esto es algo determinante, ya que el encharcamiento del suelo era el
principalísimo peligro para la conservación del hielo. Por ello aparecen conductos de
drenaje en las neveras excavadas.
USO DEL HIELO.
No nos vamos a extender en ello, ya que es un tema ampliamente tratado. Tan solo
señalar que, para el común de la gente, el uso del hielo resultaba más necesario en su
aspecto medicinal que en el lúdico. De hecho, en los pueblos donde se subastaba la
nevera y se privatizaba el comercio de la nieve, el concejo evitaba la especulación de
este producto vital, fijando el precio para el abastecimiento del vecindario.
Igualmente, el arrendatario se obligaba a poner hielo gratis a aquellos vecinos sin
recursos que lo necesitaban por mandato médico.
Los avances médicos popularizaron el uso del hielo y en ese aspecto merece
destacarse su utilización como remedio para bajar la fiebre, tan habitual en los
numerosos episodios epidémicos de aquellos tiempos.
FINAL.
Desde las simas de Larraiza y de Lokiz, los vecinos de Galdeano y Echávarri han llevado
nieve a Estella y a la Ribera hasta el mismo siglo XX. Se llevaba tan solo para
conservación y enfriado de alimentos, ya que un decreto de 1908 había prohibido el
uso alimentario (helados, granizados…) del hielo natural. Por ello podemos suponer
que de esos montes se abastecieron los de Eulz, o quizá de Urbasa, de donde la podían
traer gratis. Casi podemos descartar del todo que la nevera fuera anterior y lo que
apreciamos sea el arreglo final. Esto resulta arriesgado de suponer, ya que, con
probabilidad, ese supuesto uso prolongado habría quedado fijado en la toponimia.
Ya hemos comentado que ese enlucido de yeso nos lleva a la época de la francesada,
hacia 1800. Así tenemos que en la tercera década del XIX se sacaron los
enterramientos de la iglesia y se levantó el actual cementerio. Ese cambio se realizó
durante una virulenta epidemia de cólera que disparó los fallecimientos y dejó mucha
gente infectada. Quizá en esos impulsos constructivos, de carácter higiénico, se podría
encajar la construcción de esta pequeña nevera de almacenamiento. Además,
recordemos que ese frío período que va de finales del XVI a mediados del XIX se
conoce como la Pequeña Edad de Hielo. Por añadidura, se dieron varios picos glaciales,
como el que se dio en las décadas que proponemos para esta construcción. De hecho,
sabemos que en el invierno de 1833-34, el Ebro estuvo helado 15 días, por lo que en
esa época no hubiese habido ningún problema para mantener el necesario hielo
durante todo el año, ya que las infecciones de cólera se disparaban con el calor.
PARA SABER MÁS.
Aguirre Sorondo A. (2010) Neveros de Navarra. Conservación y comercio de nieve y
hielo. C.C.E.E.N. Nº 85.

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