34-Medicina popular - Casas rurales Estella, Navarra: Belástegui familiar y para mascotas

34-Medicina popular

No se recuerda en Eulz que los vecinos acudieran a ermitas sanadoras, a diferencia de lo que ocurrió en otras localidades cercanas. Entre las imágenes locales, fue la Virgen de la Salud con la que se procesiona en fiestas, la más suplicada y aunque se le rogaba para temas sanitarios, también se pedía su favor para los demás aspectos de la vida. Antiguamente, era habitual que las diferentes imágenes de la parroquia fueran limpiadas y cuidadas por distintas familias, por lo que en esas casas se pedía el especial amparo de esas advocaciones a las cuales atendían. En esta relación citamos el caso de san Gervás que era cuidado por Ramos, la mujer de Claro García (Calle San Sebastián, Nº2) Cuando la familia marchó del pueblo, encomendaron el cuidado de la imagen a Laureano y Daniela (Calle Las Eras. Nº14)

En la primera mitad del S. XX actuaba en el valle un curandero de Etxabarri llamado Chencho. En Eulz lo recuerdan atendiendo a Luisa Larrión, de casa Andresón. Aquejada de un ataque de reúma era visitada por este señor que le ponía en el costado de la pantorrilla un garbanzo crudo apretado con una venda, cambiándolo periódicamente.

Entre la gente del pueblo, recuerdan que tenía abundantes conocimientos de hierbas y remedios Casimira Sanz. A principios del XX era la partera del pueblo y al igual que ayudaba a nacer también ayudaba a morir. Su especial voluntad y disposición hacía que con frecuencia fuera solicitada su ayuda en la agonía y amortajamiento de diferentes vecinos.

El importante trabajo realizado por esta comadrona fue seguido por su nuera, Epifanía Larrión(la persona mayor de la foto). Esta señora, natural de casa Benjamín, se casó con Luis Zudaire y siguió la labor de su suegra, acompañando los partos de Eulz hasta que se generalizó el nacimiento en el hospital. En cambio, Epifanía tenía por norma prudente no atender los alumbramientos de su casa.

En el recetario tradicional de Eulz predominan los recursos para las afecciones ligeras ya que en los temas serios se acudía a la medicina oficial o a las encomendaciones o promesas religiosas. Igualmente, gran parte de los viejos remedios son herencia de la antigua terapia oficial, que había quedado obsoleta en la medicina académica mientras pervivían sus formas en las soluciones populares.

Así pues, en un pequeño bosquejo, repasamos algunos de los remedios de Eulz, los cuales eran similares a los de los pueblos vecinos, ya que todos estaban inmersos en el mismo contexto cultural. El molesto panadizo era curado con emplasto de malva. Para el orzuelo se utilizaba una llave vieja y fría que se pasaba por la zona afectada e igualmente lavados de manzanilla. Esta última planta, que se recogía con regularidad, era muy útil para los desarreglos estomacales y compartía esta última función con té de roca. Con igual fin se utilizaba el anís resultante de macerar arañones o pepino. Este último remedio se preparaba llevando la botella al huerto e introduciendo en ella el pequeño pepino. Al crecer se cortaba y, ya en casa, se rellenaba la botella con anís. También el anís, untado en un trocito de lana, se aplicaba en la caries que molestaba. Ese mismo dolor era aliviado con un trozo de ajo puesto en la zona afectada. En relación con el alivio proporcionado por las bebidas alcohólicas constatamos el uso de la mistela, ya que un pequeño trago de este licor servía para aliviar los dolores menstruales.

Los sabañones, tan frecuentes en aquella época, se curaban frotando con ajo la zona afectada. Los sabañones de los pies también se curaban corriendo por la nieve con los pies descalzos durante un buen rato, asegurando que este remedio era muy efectivo. Cuando los niños sangraban de la nariz se cortaba la hemorragia taponando los caños con perejil y para el “pecho cogido” se aplicaban plasmas/emplastos de cebolla frita y ceniza. Asimismo la cebolla frita era excelente para curar los picotazos de las abejas o avispas y para extraer los pinchos o cuerpos extraños en la piel. El vapor de las ortigas hervidas se aplicaba en los genitales cuando había infección de orina y por vía oral servía para restaurar a su flujo normal, la circulación de la sangre.

Finalmente, y en la periferia de la sanidad, al igual que la solidaridad articulaba la convivencia vecinal, ésta funcionaba de forma regulada para los extraños más desfavorecidos. Así tenemos que en 1928 el concejo de Eulz abona a Romualdo Legarda 20 pts “por recoger los mendigos” que pernoctaban en la localidad. De esta manera dormían bajo tejado y había un cierto control sobre sus múltiples carencias.

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