Patrimonio inmaterial de Eulz, Navarra.-Estrenar ropa
Cada vez que hemos estrenado calzado, ha sido un práctica habitual que nuestros amigos-as, nos lo pisaran ligeramente diciendo “que los disfrutes con salud”, “ya está estrenado”, o fórmulas similares. Lo que nosotros considerábamos un juego, en realidad es una vieja fórmula de protección contra el mal de ojo, ya que una manera habitual de contraer esa “enfermedad”, era el exceso de halagos hacia algo o alguien. De ahí que el ligero golpe dado al calzado, a modo de desprecio, tenía el poder de proteger el artículo y al portador, neutralizando los efectos maléficos del mal de ojo o aojamiento.
El mal de ojo es una creencia de distribución universal. Resulta sorprendente la gran uniformidad que existe para diagnosticarlo y prevenirlo, en las diversas culturas. Se adquiere este daño por la mirada envidiosa de alguien próximo, y el mal puede ser provocado de forma voluntaria o involuntaria (Erkoreka, 1995) Naturalmente, son las personas más débiles, especialmente los niños, sus principales víctimas. Antiguamente, cuando algún crío perdía energía, y se volvía apático sin razón aparente, se llevaba a la Virgen de los Conjuros de Arbeiza para curar el posible mal de ojo. Con el mismo fin, era habitual poner en la faja de las criaturas distintos símbolos cristianos (cruces, medallas o escapularios) para asegurar el natural desarrollo de los críos y neutralizar la posible mirada envidiosa que, como hemos dicho, aun no siendo malintencionada, podía causar el aojamiento.
Actualmente se estrena ropa continuamente y las fechas de los ritos de paso (bodas, bautizos, comuniones…) son los días elegidos para mostrar alguna prenda más especial. Hace años, era habitual que la ropa nueva se estrenase en festividades religiosas señaladas. Algo lógico ya que, como hemos visto, era necesario buscar cierta protección para neutralizar el mal que conlleva la mirada del envidioso o del malintencionado, y que podía afectar por igual, a la ropa y al portador.
En el amplio abanico de fechas, el día de san José era la festividad elegida para vestir a los niños-as de corto. En ese día se les quitaban los habituales faldones de la cuna y se les ponía unas ropas más acordes con el rápido crecimiento de los pequeñajos-as. A partir de esa edad, la chavalería de Eulz estrenaba sus prendas nuevas el día en que se acudía a la basílica del Puy. Las otras localidades del valle que compartían esta romería, también practicaron esta costumbre. La elección de festividades o romerías de carácter local, para mostrar en público la ropa infantil nueva, fue una práctica habitual en diversos pueblos del norte de Tierra Estella.
En cambio, los adultos utilizaban las fechas comunes del calendario religioso. Los momentos más utilizados son los señalados en el viejo dicho: “Tres jueves tiene el año que relucen más que el sol, Jueves Santo, Corpus Cristi y el día de la Ascensión”. En Eulz, era la última fecha la preferida por los mayores para renovar el vestuario y lucirlo públicamente. También lo hacían el día del Corpus y en Semana Santa. Igualmente, en las fiestas patronales era costumbre que chicas y mujeres estrenaran una bata. Aunque esta prenda casi ha desaparecido del ámbito doméstico, no hace mucho fue muy usada por las mujeres para hacer las tareas de la casa. Al tener un diseño holgado y cómodo permitía realizar todo tipo de labores y protegía la ropa que vestían. Además, la bata de fiestas frecuentemente era una bata buena, una bata de modista que permitía salir con ella a la calle tranquilamente.
Este carácter protector o apotropaico del calendario cristiano daba mucha tranquilidad a una población fuertemente supersticiosa que creía fuertemente en la capacidad de algunas miradas, para hacer daño al cuerpo, a la hacienda y al propio ánimo; es decir, en el mal de ojo. Sirva como paradigma de lo que se está comentando, la portada medieval de la iglesia de Amillano. La arquivolta de esta puerta descansa sobre dos ménsulas con sendas representaciones humanas, que muestran abiertamente sus genitales. Ambas figuras, de diferente sexo, conforman dos potentes amuletos que protegen el edificio del mal, especialmente de la gente con capacidad para hacer daño mediante el aojamiento. Las esculturas están a la altura de la vista del visitante de la parroquia, de lo que se deduce que su función era contrarrestar los posibles maleficios de la persona que tenía poder para hacer mal de ojo y así, ofrecer seguridad los feligreses. Igualmente, además de las personas maléficas, estos talismanes protegían del mal sobrenatural creado por el diablo. La presencia de estas dos figuras en un lugar tan relevante indica que canteros, clérigos y feligreses compartían las mismas creencias, sin ningún tipo de fisuras. (Hacemos “trampa” al llamar religión a las creencias que beben de la ortodoxia cristiana y magia o superstición a las creencias heterodoxas, cuando ambas tenían la misma fuerza en el imaginario popular y, por lo tanto, ambas eran religión)
La ménsula del oeste presenta una figura masculina desnuda en una postura extravagante, ya que muestra las piernas cruzadas y las manos hacia la espalda. El evidente miembro viril que exhibió este personaje, hace tiempo que fue mutilado por algún párroco a quien escandalizaban estas figuras y ya no creía en su poder benefactor. Este contorsionista itifálico tenía la clara misión de atraer la mirada del aojador que se acercara a la puerta y así proteger la iglesia. Al recibir el primer impulso de la mirada maléfica del fascinador, el mal quedaba fijado en esta figura y el espacio religioso permanecía totalmente protegido. En nuestro entorno cultural, desde Roma, son numerosos los amuletos de protección para el mal de ojo que presentan formas de órganos sexuales humanos. Además, la figura del contorsionista que muestra abiertamente su sexo, es habitual en el románico cuyos canteros labraban figuras de acróbatas en extrañas posturas, para contribuir a atraer la mirada del embrujador; a modo de pararrayos.
En la ménsula de la derecha está representada una chica soltera, ya que lleva el pelo suelto, sin cubrir. Con las manos se levanta las faldas, mientras se agacha, para así mostrarnos claramente su sexo (anasyrma). Sus genitales no se aprecian ya que, probablemente el mismo clérigo que hemos mencionado antes, mandó a algún albañil que aplicara una gruesa capa de cal en sus partes pudendas. Esta figura tiene el mismo carácter protector que la de su compañero y resulta tan nítida, que no hace falta rascar la cal para saber que debajo va a aparecer algo similar a El origen del mundo de Courbet.
Ruidos de cencerros para alentar el renacer de la naturaleza, ermitas, festividades religiosas para proteger la ropa estrenada…No son más que pequeñas muestras de las fórmulas de protección que adoptaban nuestros antepasados ante un mundo hostil, que no llegaron a interpretar correctamente hasta la llegada del conocimiento científico. La seguridad que proporcionaban a la gente, estas dos figuras exhibicionistas talladas en la entrada de la casa del mismísimo Dios, son buena muestra del pasado religioso-supersticioso del que procedemos, de su complejo mundo creencial y de las evoluciones experimentadas.
BIBLIOGRAFÍA.
ERKOREKA A.
1995 Begizkoa. Mal de ojo.